LA ERA DE LOS ZOMBIS

Triste agonía es la vida, tan disoluta y perdida, tan desabastecida de herramientas que la hacen vida. Se ha convertido en un extraño monstruo para el individuo mismo, para ese ser que se rodea de otros tantos semejantes que al juntarse se reconocen como masa. Masa que le otorga un nivel de sociabilidad, un nivel de comunidad, un nivel de apertura hacia el otro y un nivel de olvido de sí mismo. Es así como ha sucedido el exterminio del individuo que le ha llevado, a su vez, a un olvido del otro.

Dios ha muerto, lo proclamó un loco ¿o un cuerdo? hace mucho tiempo. Y producto de esta muerte hoy puedo decir “El individuo ha muerto, tú y yo lo hemos matado”, tal como matamos a Dios. Por esto estamos subsumidos en una sociedad de zombis, donde cada uno camina por su lado, buscando satisfacer sus propios intereses, pero sin poder sentirse satisfecho nunca. El horizonte que guiaba a la humanidad ha desaparecido y ahora la humanidad ha quedado sola ante la nada, no sabe hacia dónde dirigirse, no sabe lo que quiere, no sabe cómo comportarse, no sabe absolutamente nada, y ante esta ignorancia de lo conocido y lo desconocido se levanta sobre ella el monstruo de la angustia, que surge desde su propio interior y que no haya descanso, sino sólo desesperación.

Era de esperarse tal situación, pero sordos son los oídos de aquellos que creen todavía en la imponente imagen del súper hombre, en la imagen de la voluntad de poder, en la imagen todopoderosa de aquel individuo que se levanta tomando el lugar de Dios y sentándose en su trono, después de haberlo matado. Aquella imagen seductora que le hace creer que todo lo puede conocer, que todo lo puede saber y que todo lo puede hacer.

Ante esta situación algunos se levantan proclamando a gritos la responsabilidad del individuo, ¿responsabilidad? Ante quién, por qué, para qué. Tratar de vislumbrar una escala de valores en medio de la nada ha sido infructuoso, la lucha por el respeto hacia el otro ha sido inoficiosa. Hoy en día crecen los crímenes y la gente, ya sin ojos, cree que todo está bien; se confía en la seguridad que brindan las autoridades encargadas por el Estado, sin reconocer que éstas generan más inseguridad. Mayores crímenes que el holocausto Nazi se provocan hoy en día, pero se prefiere seguir viviendo en el pasado denunciando tal cruel acto xenofóbico, sin inmutarse por aquellos crímenes contra los que aún siguen vivos, contra los que poseen un pensamiento distinto.

Ya no existe sociedad, ya no existe organización, sólo existen un montón de zombis agrupados para conseguir satisfacer sus propios intereses, nunca satisfechos; pero que en el momento menos esperado, cuando alguno de ellos ve amenazada la consecución de su objetivo, es capaz de eliminar a su compañero de camino, es capaz de comérselo sin dejar ni siquiera los huesos.

Por:  Th. Daniel Tapiero