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  Antes de hablar de trabajo en equipo
Julio 27 de 2012
Antes de hablar de
“Trabajo en Equipo”

Por: Th Carlos Fernández
    
 
“Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará”
(Lc11:17)
Uno de los grandes desafíos para la Asamblea de Dios en estos tiempos es retomar la unidad para ser fuertes. En Colombia, por ejemplo, al hablar con la Iglesia Católica Apostólica y Romana, todos saben a quién dirigirse, cómo hacerlo y cuál es el protocolo; contrario, cuando el gobierno se quiere acercar a la Iglesia Evangélica, no pueden acercarse a nadie en especial por la división que existe. No obstante las fuerzas del mal se unen y buscan vías para mantener sus coaliciones, nosotros permitimos el demonio de la discordia y la exclusión en nuestros equipos de trabajo e instituciones.
El Apostol Pablo, viendo una Iglesia dividida en Corinto escribe los capítulos 12, 13 y 14 de su primera carta a los Corintios. Justo en medio de ellos habla del camino más excelente, del don que más debemos ambicionar: El Amor(1Cor13). Pero trata el hermano Pablo de Tarso tres virtudes como los más excelentes: Fe, Esperanza y Amor(1Cor13.13). Todas las tres siendo vitales para la unidad del cuerpo: La Fe, como la fuerza que mantiene la unidad por la certeza en el mismo Dios y por medio del mismo espíritu. La Esperanza, como aquella expectativa (Utopía) común que como pueblo nos vivifica y mantiene en pie de lucha. Y el Amor, como la cadena todopoderosa que nos hace “hijos de Dios” y nos convierte en Hermanos. Todas tres, como vemos, no son resultado de nuestro interior sino motores que impulsan lo exterior, son y deben ser el interior nuestro para que lo exterior sea genuino y no se desquebraje en hipocresía, mentira y falsedad.
En la historia del pueblo de Israel el Señor busca constantemente la unidad como Pueblo de Dios. Primero, encontramos la ilustración clásica de la división entre hermanos, Caín y Abel (Gn4), donde Dios le comunica al Caín que planea contra su hermano “sin valor”: “el pecado acecha como una fiera lista para atraparte. No obstante, tu puedes dominarlo”(Gn4.7) ¿Apela el señor a “no-hacer”? El Señor apela al dominio interior del animal en Caín, al mismo dominio en contra de la serpiente que debió tener Eva y al evadir los ídolos de la separación y del odio entre los pueblos paganos. Posterior a ello, encontramos un Israel que se encuentra numeroso, temeroso y sin idea de su poder como pueblo en el Éxodo, razón por la cual los Egipcios aún dominan sobre ellos (Ex1.9-10). El Señor los une con un Dios y una Ley. Se separan en tribus, se dividen en dos reinos, sirven a diversos dioses y pueblos, se dispersan, y durante toda esta epopeya, Dios se mantiene en su discurso: “Un Dios, Una Ley, Un Pueblo, Un Juicio, Una Esperanza, Un Mesías”.
La unidad poderosa dada por el amor se manifiesta en Cristo “Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡Y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para Gloria de Dios Padre.”(Fil2.8-11) Este pasaje expresa claramente la intensión del Mesías en nuestras vidas sociales. Como manifestantes del Cristo que habita nuestro ser, es una consecuencia natural que surja el más sincero, espontáneo y profundo amor entre nosotros; que exista unidad. Dice Juan “El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar.” (1Jn1:10) por tanto, si tú afirmas ser de Dios, pero al buscar en tu corazón encuentras rencor, constante ira y detestas a tu hermano, no puedes afirmar que tienes a Dios que es la Luz(1Jn1.5) y el Amor (1Jn4.8).
Esperar tener éxito en nuestros planes como Equipo de Trabajo, como Pueblo de Dios sin primero desde el alma misma, amar a nuestros semejantes entrañablemente y tener como deseo la escucha, la tolerancia, el respeto, la humillación, la caricia y el suave viento para darle paz a nuestra Iglesia y Pueblo, no tendremos la fuerza suficiente para resistir al reino falso y cruel que asola nuestro mundo.
Jesucristo, siendo Dios, no solo se hizo hombre, sino que confió en sus discípulos, con todas sus imperfecciones, para llevar a lugar la tarea de proclamar las buenas nuevas del Reino de Dios en la tierra y propagar el evangelio de salvación para el mundo. La tarea evangelizadora no está completada, de hecho falta mucho; pese a saberlo, Jesús no flaqueó en su actitud de sacrificio, servicio y sobretodo Amor por la unidad del Pueblo. El fin del Evangelio de Dios es la salvación de la tierra por medio de la unidad de los seres humanos que se han sometido al Rey de reyes.
¿Cómo daremos fuerza a nuestra causa?

 
 

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