Septiembre 23 de 2011 ¿Dios me habla o yo le hablo a Dios? Algunos hemos bebido grandes cantidades de agua de nuestros padres, de nuestras costumbres, de nuestro entorno en general. Un niño es musulmán porque papá y mamá le dijeron que era, fue cristiano porque papá y mamá le ordenaron serlo, decidió que debía apoyar el maltrato a los animales porque recordó que papá y mamá lo hacían con su perro y le llevaban a las corridas como costumbre, o tal vez se sintió inclinado a disfrutar de cierto tipo de fiesta…     “YHWH me dirigió la palabra… ¿A qué viene tanta repetición de este proverbio tan conocido en Israel: “Los padres comieron uvas agrias, y a los hijos les destemplaron los dientes”? (Ez18:2)   Todos creemos que somos una construcción propia, que en el fondo existe la posibilidad de “hacerme a mí mismo”, pero no hemos de negar que papá y mamá construyeron las bases de nuestra moral y de nuestra forma de juzgar el mundo que nos rodea. Ahora podemos saber con más certeza lo que haría Dios si se lo preguntamos a nuestra consciencia que a las Escrituras. ¿Qué necesidad de leerlas? ¿Qué necesidad hay de escuchar a Dios? ¿Cuándo pareciera que podemos juzgar cuándo es él quien actúa y cuándo no?     Dijo Job ante lo que Dios había permitido en su vida: “¿Son tus ojos los de un simple mortal? Ves las cosas como las vemos nosotros?” (Job10:4)   De cuando en cuando nos vemos en la posición de Job, diciéndole a Dios lo que debe ser. Esa es nuestra inevitable sugerencia a la imagen de Dios, una construcción basada en lo que me dijeron que debía ser Dios, una imagen de lo que me gustaría que fuera mi Dios, y de hecho, grandes verdades de la Escritura llegan a ser negadas con la firme intención de obedecer a nuestra proyección propia a la que le atribuimos el nombre de Dios y usamos para juzgar las cosas y personas que nos rodean.     “No pronuncies el nombre del Señor tu Dios en vano. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera” (Ex20:7)   “Tengan cuidado que nadie les engañe. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: Yo soy el Cristo” (Mt24:4-5)   ¿Tendrán razón esos insensatos que dicen que Dios es una idea humana? ¿O lo que en el fondo tiene razón es que estamos rebajando en nuestros corazones a nuestro Señor al grado de idea perecedera y cambiante? Cada día nos arrodillamos a orar para pedirle mil cosas, y darle gracias protocolarias por otras tantas, pero, pareciera que hiciéramos un soliloquio o tal vez un bello discurso para la congregación cuando oramos en público porque, en realidad, no nos preocupa lo que Él escuche salir de nuestra boca sino lo que la congregación escucha; ¡Así hemos tratado de hacer inerte al Señor!     Pero ante tal atrevimiento el te responde: “¿Quién es este que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido? Prepárate para hacerme frente; Yo te preguntaré y tú me responderás. ¿Corregirá al Todopoderoso quien contra él contiende?” (Job38:1,2,3 y 40:1y2)   Dios no necesita ser construido, Él ya ES, ahora tú que eres tan solo un ser humano, recuerda tu lugar y no hables cuando Dios te habla, que sea el Señor quien te guíe y no tú a Él. Lee las escrituras sin decir ni una sola palabra en tu cabeza, ¡que te digan lo que te quieren decir! ¡No leas las doctrinas de tus padres, solo lee lo que la Escritura te diga! ¡No leas lo que querías buscar o lo que te alegra escuchar, deja que la Escritura te mueva todos los órganos internos!   ¿A qué le temes? ¿A que de veras Dios te hable? “¡Si Dios nos habla, seguramente moriremos!- -No teman, Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de Él y no pequen.” (Ex20:19)   Por: Carlos Fernández.