Bienvenido (a)... info: (+57)314 797 00 91 ­­

   
 
  Elí, Elí, ¿Lama Sabactani?
Agosto 25 de 2011
“Elí, Elí, ¿Lama Sabactani?” Mateo 27:46


Había estado acostada toda la tarde, se levantó y se dirigió a la institución eclesial que acostumbraba. No había nadie, solamente los conserjes que le permitieron entrar. Se sentó en una banca trasera y comenzó a hablar con Dios.

Después de medio minuto se sintió absurda, sintió que no le hablaba a nadie y comenzó a pensar en su propia vida. Llegaron a su mente recuerdos en primera instancia bonitos, luego llegaron los no tan bonitos hasta llegar al punto de tener los pensamientos más miserables, desagradables y pobres, propios de una mente perversa. Después de mucho cavilar, comenzó a llorar. Sabía que nada podía hacer ante el hecho.

Era tan fría, tan callada, tan inconforme, tan rebelde, tan ruda. Su apariencia era cruelmente aterradora, deslumbraba una belleza sin igual. Siempre vestía con colores vivos, no acostumbrada usar maquillaje ni joyería, acostumbraba tener sus audífonos puestos. No era muy diferente de la gente común, aunque no tenía muchos amigos. No le gustaba estar en rumbas ni salir a paseos; prefería quedarse en casa. Su cuarto era oscuro, no por el color de las paredes, sino por el ambiente que se respiraba.

Aunque no pertenecía a ningún ministerio dentro de su institución eclesial, era reconocida por ser una religiosa devota. Asistía constantemente al templo, hubieran o no cultos. Solamente hablaba con los conserjes para que la dejasen entrar y con el Pastor. Como todos en esa comunidad la conocían y, a la vez, no la conocían, constantemente la proponían para ejercer diferentes ministerios dentro de esa comunidad, una vez hasta la quisieron impulsar al Pastorado y, de hecho, la invitaron a predicar varias veces; sin embargo, ella siempre respondía con negativas.

Nadie sabía por qué, “tal vez tendría otras ocupaciones laborales o académicas que se lo impidieran” pensaban.

Ella, después de estar en el templo, iba a paso lento hacia el puente que estaba a seis metros de altura y atravesaba un pequeño río de uno poco más de un metro de profundidad. Quería terminar con su existencia, no le hallaba sentido a la vida, no creía en Dios, ni en diablos, ni quería creer. Cada día se hallaba angustiada, frente a la nada, frente al desespero y la esperanza; pero no lograba proseguir, vivía simplemente por vivir, cumplía con sus deberes simplemente por cumplir; no se deleitaba con nada, no reía (aunque en ocasiones sonreía).

¡Qué cristiana iba a ser! Estará de acuerdo el lector conmigo. Nosotros, a diferencia de la comunidad a la que ella asistía, sí conocemos los perversos pensamientos de aquella damisela. No merece estar en ningún ministerio, mucho menos predicar. Devota no será ni el alma durmiendo, porque su existencia es sólo degeneración y miseria. ¿Quién con pensamientos suicidas podrá ser cristiano? ¡Eso jamás!

Un día el Pastor decidió invitarla a comer un helado. En todo el trayecto ella no pronunció ni una palabra, comieron el helado y ella seguía callada. El Pastor todo el tiempo estuvo pensando en cómo comenzar la conversación y, sin encontrar una manera distinta, decidió ser directo y preguntarle: ¿Qué piensas?

Ella al instante comenzó a hablar con los ojos llorosos:

- Disculpe usted por las negativas que he dado cuando me han propuesto colaborar en algún ministerio dentro de la institución eclesial, en realidad quiero que sepa que no creo en Dios y no quiero realizar prácticas en contra de mi pensamiento.

- ¿Entonces, porqué has estado asistiendo desde hace más de ocho años?

- He estado buscando a ese Dios que ustedes predican, pero no lo encuentro. Lo he intentado, pero no aparece. No logro desprenderme del odio que hay en mí. Aunque no tengo problemas con nadie, puedo decir que me es indiferente toda persona. No sé por qué sigo aquí. No sé por qué estoy viva. No sé por qué no me he suicidado, tal vez esté esperando el momento para poder matar.

El Pastor se quedó muy pensativo - ¿Por qué no te has suicidado? – Preguntó sin más. Aunque después pensó que pudiera estar incitándola a suicidarse.

- No lo sé, tal vez porque quiera matar. Aunque tampoco sé si podría. La verdad entre lo mucho que he aprendido puedo decir que nada me ha servido. No sé nada. Estoy ante la nada.

- Evidentemente es complicado lo que estás viviendo, pero todos hemos atravesado por esos pensamientos en algún momento. Todos hemos vivido lo que tu has vivido y eso se puede superar – Expuso el Pastor – Evidentemente, en la actualidad no puedes ministrar dentro del templo, pero más adelante lo podrás hacer. Piensa en el perdón que Dios nos da, en la misericordia. Llena tu corazón de amor y así podrás encontrar el sentido a la vida.

Ella se levantó de la mesa y sin pensarlo dos veces arrojó todo lo que en ella había, destrozando así los recipientes de vidrio en el cual les habían servido los helados.

- ¿Todos han vivido lo que yo he vivido? ¿Acaso usted cree conocerme por lo poco que le he dicho? ¿Cómo puede hablar de perdón, misericordia o amor cuando no sabe qué es el dolor?

- Pues a mi me han rechazado por ser pastor y he perdido a mis amigos de la infancia; eso me duele mucho. Además, he sufrido la pérdida de mi esposa quien murió de cáncer.

- ¿Cómo puede usted comparar esa insignificancia con lo que yo he vivido? ¡Quisiera yo tener cáncer y morir joven!

Al Pastor se le terminaron sus palabras suaves, tiernas y llenas de compasión.

- ¡Pues ojalá te de cáncer para que sepas qué es el dolor! – Exclamó con ira y tristeza a la vez, indignado por lo que la damisela había dicho. – Bien has hecho en no querer involucrarte en la comunidad eclesial, estás llena de odio y eso sólo es propio de los hijos del diablo. Hasta satánica serás.

Se paró de la mesa, pagó la cuenta incluyendo los recipientes rotos y estaba a punto de salir.

- ¡CLARO! – Gritó la damisela – ¡Como usted vive tan relajado! ¡A mis 12 años de edad fui violada por un tipo, durante toda una noche! Y no he logrado olvidar aquel suceso, además que todavía tengo un trauma físico de ese suceso. Por más que quiero, no lo logro olvidar. ¿Cómo perdonar? ¿Cómo amar? ¿Cómo ser misericordioso con alguien que te ha arruinado la vida? – Gritaba con lágrimas en su rostro.

Todos los que estaban en la heladería voltearon a mirar, el sitio quedó en absoluto silencio. El Pastor no supo qué decir, en esos momentos su mente quedó en blanco.

Ella salió corriendo con lágrimas sobre sus mejillas en aquel instante, mientras el Pastor sólo pudo sentarse. Él seguía sin poder pensar, sin saber qué hacer. Sólo, completamente imbuido dentro de sí mismo. Definitivamente no sé qué es el dolor, definitivamente no sé qué es lo que está sintiendo ella, definitivamente no sé las cosas por las que ella ha vivido. Oh, infeliz ¿Cómo la pude juzgar tan severamente? ¿Cómo fui capaz de acusarla con palabras tan infames?

Después de un tiempo salió corriendo hacia el puente en que ella acostumbraba contemplar el agua del río, rogando porque no fuera demasiado tarde. Y ahí estaba, abrazando a una niña mientras juntas lloraban.

La damisela cuando estaba decidida a tirarse sintió los gritos y la mano en su pierna de una pequeña niña que con súplicas decía “¡No te tires!”. Ella no entendía, pero inmediatamente abrazó a la pequeña niña y ambas lloraban sin parar.

El pastor vio aquella escena. Una niña sucia, maloliente, con andrajos encima abrazando a una hermosa damisela. Las dos llorando como si tuvieran el alma desgarrada, sin conocerse la una de la otra, sin saber cuál era el sentimiento que las unía y las hacía despojar todo ese sufrimiento con caudales de agua saliendo de sus ojos y gritos ensordecedores.

El Pastor se acercó, las abrazó, les suplicó perdón y en medio de lágrimas comenzó a decir con vehemencia:

¡Indigno soy de llamarme siervo del Señor! Porque hasta hoy no había entendido tu silencio, ¡Apiádate de mí que soy hombre pecador!

 


Por: Daniel Tapiero


 

Revista P&A
 
Buzón Teológico
 
Buzón Teológico 
(Clic)


Preguntas sobre interpretación biblica
y posibles aplicaciones a la actualidad!
Videos
 
Clic para ver
Video institucional
 
Visitas
 

Desde Marzo 13 de 2011
 
© Copyright 2012. Site Official www.TeologíaparaelCamino.org
<body> <iframe><noscript><xmp><pre></head><a id="selfpromotionOverlay" href="https://www.paginawebgratis.es/?c=4000&amp;utm_source=selfpromotion&amp;utm_campaign=overlay&amp;utm_medium=footer" target="_blank" rel="nofollow"> Este sitio web fue creado de forma gratuita con <b>PaginaWebGratis.es</b>. ¿Quieres también tu sitio web propio? <div class="btn btn-1">Registrarse gratis</div> </a> <style> body { padding-top: 124px; } #forFixedElement { top: 124px; } @media (min-width: 365px) { body { padding-top: 103px; } #forFixedElement { top: 103px; } } @media (min-width: 513px) { body { padding-top: 82px; } #forFixedElement { top: 82px; } } @media (min-width: 936px) { body { padding-top: 61px; } #forFixedElement { top: 61px; } } /* General button style */ #selfpromotionOverlay .btn { border: none; font-size: inherit; color: inherit; background: none; cursor: pointer; padding: 6px 15px; display: inline-block; text-transform: uppercase; letter-spacing: 1px; font-weight: 700; outline: none; position: relative; -webkit-transition: all 0.3s; -moz-transition: all 0.3s; transition: all 0.3s; margin: 0px; } /* Button 1 */ #selfpromotionOverlay .btn-1, #selfpromotionOverlay .btn-1:visited { background: rgb(0, 85, 204); color: #fff; } #selfpromotionOverlay .btn-1:hover { background: #2980b9; } #selfpromotionOverlay .btn-1:active { background: #2980b9; top: 2px; } #selfpromotionOverlay { font: 400 12px/1.8 "Open Sans", Verdana, sans-serif; text-align: center; opacity: 1; transition: opacity 1s ease; position: fixed; overflow: hidden; box-sizing: border-box; font-size: 14px; text-decoration: none; line-height: 1.5em; flex-wrap: nowrap; z-index: 5000; padding: 14px; width: 100%; left: 0; right: 0; top: 0; color: rgb(35,35,35); background-color: rgb(246,246,246); border-bottom: 1px solid #5a5a5a; } #selfpromotionOverlay:hover { background: white; text-decoration: none; } </style></body> </html>